Una Historia en femenino de una vendedora en España
Este es el currículum en primera persona de una vendedora jubilada que recorre su vida profesional y sus enseñanzas.
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Historias, sección Pioneros
Este artículo está escrito en primera persona por Ana, una vendedora jubilada que ha pasado toda su vida reinventando su carrera en distintos sectores, pero manteniendo siempre unos valores orientados a la escucha y a saber interpretar al cliente.
Voy a redactar mi currículum, pero como tengo 67 años y una gran experiencia desperdiciada, lo voy a hacer a mi manera. Creo que este es un derecho que me he ganado.


En esta vida he tenido una ventaja importantísima para casi todo lo que he querido hacer laboralmente hablando. Soy una gran vendedora. Todo y digo, todo lo que me he puesto a vender, lo he vendido.
Empecé por pura necesidad a los veinte años, vendiendo algo que me parecía un timo. Así aprendí a venderlo, diciendo la verdad. Y esa ha sido mi tónica toda la vida.
Vender sin mentir. Nada es tan bueno ni tan malo como para no poderlo vender diciendo la verdad. Diciendo: “pues eso no lo sé” o, “no, eso no lo tiene, no se puede tener todo”.
Vender sin mentir. Nada es tan bueno ni tan malo como para no poderlo vender diciendo la verdad.
Y esa empatía, esa sinceridad, me han hecho entrar en puertas muy altas. Me he reído con mis clientes y algunos, estoy segura, se alegraban muchísimo al verme.Un día uno de ellos tomando café me dijo algo que me marcó, me dijo “Ana, tú eres igual siempre, en mi despacho, en el tuyo y aquí tomando café. Es algo tan raro de ver… “(gracias Juan Atonio por eso)
Ese cliente era Telyco y fue una relación muy buena para ambos. En otra ocasión y con un producto muy distinto, otro cliente me dijo, “Que gusto que vengas siendo tú misma con un collar y un bolso. Los vendedores vienen todos igual, no se diferencian en nada.”
He vendido libros a miles, luego transportes, luego espectáculos de flamenco, he tenido dos tiendas. En un momento de cansancio, lo dejé todo.
He vendido libros a miles, luego transportes, luego espectáculos de flamenco donde he trabajado con los mejores artistas de España. He viajado con ellos, me he reído, los he cuidado y lo he disfrutado mucho.
En un momento de cansancio lo dejé todo. Viajé y disfruté mucho. Después me reinventé y puse una tienda de complementos con mi hija, que me hizo disfrutar, de lo que más en mi vida profesional.
Mis clientas venían a verme y me pedían que les vendiera las cosas, es decir que no las despachara sin más, que les hiciera el numerito completo. Era muy divertido verlas reír y pasarlo bien mientras compraban un paraguas. Y esta tienda estaba en el distrito de Retiro, no eran precisamente clientes fáciles.
Me tuve que reinventar de nuevo y claro, como vendo muy bien, caí en un call center. Bendito sea porque me han tratado bien, he conocido gente, hecho amigos y he podido pagar facturas.
Y casi cada día hay alguien que me ha dicho ”Esto no se dice, no has rebatido nada más que 10 veces, no empatizas - empatizas demasiado, no hagas silencios, no escuchas”
Después llegó la crisis de 2008 y a mí además, me trajo un cáncer de mama. Fue un periodo difícil no solo para mi sino para muchos.
Casi cada día hay alguien que me ha dicho ”Esto no se dice, no has rebatido nada más que 10 veces, no empatizas - empatizas demasiado, no hagas silencios, no escuchas”
Me he sentido agotada, pero soy de esa generación que no habla inglés ni tengo master ni soy un hacha con las redes sociales así que, todo el que sí habla inglés y sabe decir feedback como un nativo puede venir a decirme como tengo que empatizar y que si digo tal o cual palabreja venderé más (jajaja me mondo), y te dan formación con una seguridad pasmosa, como si en España se vendiera igual que en EE.U.U.
Alguna vez he querido dar formación a los nuevos vendedores, enseñarles a ver la información que te da la propia ficha que ves en pantalla, edad, provincia, etc. Mostrarles cómo en el tono de voz de quien coge la llamada hay tanto conocimiento útil para una venta.
Reflexión final
Siento que este país tiene demasiado conocimiento enterrado, supongo que en otros también pasará, pero aquí nos envuelve la tontería. Si de eso se diera título, aquí habría verdaderos superdotados.
Dicho todo esto quiero resaltar que las/los teleoperadores no somos un submundo sin cerebro como nos suelen retratar, somos un reflejo de esa tontería nada más. Sería más fácil si nos dejaran ser nosotros mismos.